lunes, 7 de noviembre de 2011

Inseguridad (Interpretación de Pegoraro)


¿Qué se quiere decir con “inseguridad”?
Esta pregunta dispara algunas reflexiones: la primera refiere a la pertinencia y actualidad (o urgencia) para la investigación en ciencias sociales de abordar este fenómeno social que de manera relevante está en la agenda discursiva de los gobiernos, de los medios de comunicación, de los planteamientos electorales y también de las demandas genéricas de la ciudadanía. Las noticias periodísticas abonan una campaña de alarma social ante la delincuencia violenta, lo que contribuye a reducir la problemática a un crecimiento de la maldad y crueldad de ciertas personas (jóvenes, pobres, excluidas, vulneradas, desocupadas).
El miedo como estrategia de dominación
En la historia de las sociedades humanas la mayor amenaza a la vida ha sido la imposibilidad de dominar las fuerzas de la naturaleza y la supuesta existencia de seres sobrenaturales y todopoderosos (dioses) que conjugaban al mismo tiempo la bondad y la maldad, la crueldad y la compasión, la vida y la muerte (Girard, 1995); pero el mayor miedo ha radicado en la dificultad de establecer un orden social que evitara la violencia recíproca inacabable. Es éste, el miedo a una violencia sin orden, lo que llevó a aceptar resignadamente la imposición de un orden con violencia (llamada civilización) y por lo tanto a la existencia de dominantes y dominados, de poderosos y débiles, de soberanos y sometidos, de victoriosos y derrotados sociales.
Como sabemos, la institución –el estado- que representa el orden apela a la amenaza y a la violencia que concebida como legítima, es capaz de ejercer “castigos” invocando la defensa del orden amenazado y el supuesto mandato societal.
La nueva inseguridad
Como diría Marx, “la naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o mercancías y por otra, personas que simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo” (El Capital: I, 203): se ha producido, como siempre, por una gestión política que produce efectos inhumanos a todo nivel; esta política ha expandido los miedos sociales que están presentes en la cotidianeidad como el miedo que produce la inseguridad en el trabajo, el miedo que produce el desamparo en la salud, en la educación y en la seguridad social. De tal manera el individuo ha quedado inerme ante relaciones sociales que no controla y ello ha aumentado sus miedos y su sensación de inseguridad ante el prójimo y a esto pretende conjurarlo invocando una poción mágica, un pharmakon: el Derecho Penal, que con violencia supuestamente anula la violencia (Resta, 1995). Pero el derecho penal no posee cualidades prácticas porque se sabe ya que las normas están mediadas por individuos portadores de relaciones sociales que ocupan cargos en las instituciones estatales, ya sea también por dichas instituciones estatales (corporativas) como el Poder Policial, el Poder Judicial y el Poder Penitenciario que son las que ejercen o no ejercen el Derecho Penal.
Causas y causalidad de la inseguridad
Una característica actual de las sociedades capitalistas occidentales es la inclusión cultural de casi toda la población y al mismo tiempo una política de exclusión y marginación social que Jock Young (2001) llama canibalismo y bulimia, y una creciente violencia delictiva. Ambas características han sugerido la imperiosa necesidad de explicaciones causalistas basada de naturaleza individual revitalizando teorías bio-psicologistas y de la medición de coeficientes mentales –“I.Q.”-. Estas explicaciones son irradiadas desde poderosas fundaciones norteamericanas como la Heritage, la Rockefeller, así como departamentos académicos de universidades como Harvard, Columbia,
Los Angeles. Así acompañan teóricamente las políticas económicas neoliberales de mercado justificando la exclusión social por las características o naturaleza de los “perdedores” y el delito en la maldad irreducible de seres asociales y amorales lo que ha disparado exponencialmente la población carcelaria en EEUU (actualmente hay casi 2 millones de personas encarceladas y 4 millones más bajo control de agencias penales) y en todos los países capitalistas occidentales.
La exclusión social con mas la prédica individualista generó en esos lugares como en nuestras poblaciones villeras o fabelas o vecindades o chabolas, una desafiliación (Castel, 1995) y además la mayoritaria existencia de "inútiles para el mundo", supernumerarios rodeados de una cantidad de situaciones caracterizadas por la precariedad y la incertidumbre del mañana. Los pobres siempre han vivido en la inseguridad y en el miedo, pero ahora producto de una guerra social que desataran los grandes grupos económicos que han producido una sociedad tremendamente polarizada, aparecen ciertas formas de resistencia larvada de los sectores desposeídos que atacan a sectores de clase media y alta.
La habitualidad del delito
El saber en el campo de las ciencias sociales no puede negar el papel que ha jugado el delito y la violencia en la construcción del orden social por lo que no se puede alegar ignorancia, inocencia o sorpresa. Pero aún en este campo y en la sociología académica en especial, es mayoritaria la visión “esperanzada” de la existencia de una sociedad de carácter armónica y organicista que facilita visiones simplistas y despolitizadas tanto de la violencia delictiva como de la selectividad negativa del sistema penal.
Otra cuestión querría resaltar: al capitalismo no le conmueve el delito y tampoco la contingente inseguridad personal sino la sedición (Foucault, 1979); el capitalismo puede existir y reproducirse con altas tasas delictivas interpersonales ya que la acumulación y reproducción económica, tanto legal como ilegal (Pavarini, 2000, Pegoraro 2002) no es puesta en peligro por esos tipos de delitos; lo que sí necesita es disponer de un estado “cautivo” (Banco Mundial, 2.000) y un grado de previsibilidad en las transacciones financieras y demás formas contractuales aunque aún éstas están sujetas a las formas del fraude, la estafa, la violencia. Con esto quiero decir que para el desarrollo y reproducción del capitalismo no obstante sus declamaciones, la llamada inseguridad es un problema menor.
Son delitos o ¿son delitos?
Ahora bien, no puedo dejar de señalar que sobrevuela en mis reflexiones la nueva realidad que integra también el fuerte crecimiento de los delitos interpersonales violentos; éstos son realizados, mayoritariamente, por pobres débiles-vulnerados-desesperados sociales- (los únicos que son perseguidos penalmente); son actos de aquellos que se niegan a morir en silencio frente a tanta inequidad social.
Recordemos que Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra, decía que la primera forma de revuelta del proletariado moderno contra la gran industria era la criminalidad. ¿Es posible hacer una lectura de la inseguridad y del delito no sobre las conductas de los vulnerados y marginados sino desde ellos (Pegoraro, 2000), desde su mirada a la sociedad o al orden social?; creo así que el significado real de esta expansión del delito violento de los de abajo y la consiguiente “inseguridad” no puede reducirse a visiones morales dependientes de lo jurídico - penal que expresan la naturalización de la dominación y el sometimiento; las Ciencias Sociales y la Sociología en particular necesitan salir de este encierro mentiroso.

1 comentario: