¿Qué se
quiere decir con “inseguridad”?
Esta
pregunta dispara algunas reflexiones: la primera refiere a la pertinencia y
actualidad (o urgencia) para la investigación en ciencias sociales de abordar este
fenómeno social que de manera relevante está en la agenda discursiva de los
gobiernos, de los medios de comunicación, de los planteamientos electorales y
también de las demandas genéricas de la ciudadanía. Las noticias periodísticas
abonan una campaña de alarma social ante la delincuencia violenta, lo que
contribuye a reducir la problemática a un crecimiento de la maldad y crueldad
de ciertas personas (jóvenes, pobres, excluidas, vulneradas, desocupadas).
El miedo
como estrategia de dominación
En la
historia de las sociedades humanas la mayor amenaza a la vida ha sido la
imposibilidad de dominar las fuerzas de la naturaleza y la supuesta existencia
de seres sobrenaturales y todopoderosos (dioses) que conjugaban al mismo tiempo
la bondad y la maldad, la crueldad y la compasión, la vida y la muerte (Girard,
1995); pero el mayor miedo ha radicado en la dificultad de establecer un orden
social que evitara la violencia recíproca inacabable. Es éste, el miedo a una
violencia sin orden, lo que llevó a aceptar resignadamente la imposición de un
orden con violencia (llamada civilización) y por lo tanto a la existencia de
dominantes y dominados, de poderosos y débiles, de soberanos y sometidos, de
victoriosos y derrotados sociales.
Como
sabemos, la institución –el estado- que representa el orden apela a la amenaza
y a la violencia que concebida como legítima, es capaz de ejercer “castigos”
invocando la defensa del orden amenazado y el supuesto mandato societal.
La nueva
inseguridad
Como diría
Marx, “la naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o mercancías
y por otra, personas que simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo” (El
Capital: I, 203): se ha producido, como siempre, por una gestión política que
produce efectos inhumanos a todo nivel; esta política ha expandido los miedos
sociales que están presentes en la cotidianeidad como el miedo que produce la
inseguridad en el trabajo, el miedo que produce el desamparo en la salud, en la
educación y en la seguridad social. De tal manera el individuo ha quedado
inerme ante relaciones sociales que no controla y ello ha aumentado sus miedos
y su sensación de inseguridad ante el prójimo y a esto pretende conjurarlo
invocando una poción mágica, un pharmakon: el Derecho Penal, que con
violencia supuestamente anula la violencia (Resta, 1995). Pero el derecho penal
no posee cualidades prácticas porque se sabe ya que las normas están mediadas
por individuos portadores de relaciones sociales que ocupan cargos en las
instituciones estatales, ya sea también por dichas instituciones estatales (corporativas)
como el Poder Policial, el Poder Judicial y el Poder Penitenciario que son las
que ejercen o no ejercen el Derecho Penal.
Causas y
causalidad de la inseguridad
Una
característica actual de las sociedades capitalistas occidentales es la inclusión
cultural de casi toda la población y al mismo tiempo una política de exclusión
y marginación social que Jock Young (2001) llama canibalismo y bulimia,
y una creciente violencia delictiva. Ambas características han sugerido la
imperiosa necesidad de explicaciones causalistas basada de naturaleza individual
revitalizando teorías bio-psicologistas y de la medición de coeficientes
mentales –“I.Q.”-. Estas explicaciones son irradiadas desde poderosas
fundaciones norteamericanas como la Heritage, la Rockefeller, así como
departamentos académicos de universidades como Harvard, Columbia,
Los
Angeles. Así acompañan teóricamente las políticas económicas neoliberales de
mercado justificando la exclusión social por las características o naturaleza de
los “perdedores” y el delito en la maldad irreducible de seres asociales y amorales
lo que ha disparado exponencialmente la población carcelaria en EEUU
(actualmente hay casi 2 millones de personas encarceladas y 4 millones más bajo
control de agencias penales) y en todos los países capitalistas occidentales.
La
exclusión social con mas la prédica individualista generó en esos lugares como
en nuestras poblaciones villeras o fabelas o vecindades o chabolas, una desafiliación
(Castel, 1995) y además la mayoritaria existencia de "inútiles para el
mundo", supernumerarios rodeados de una cantidad de situaciones
caracterizadas por la precariedad y la incertidumbre del mañana. Los pobres
siempre han vivido en la inseguridad y en el miedo, pero ahora producto de una
guerra social que desataran los grandes grupos económicos que han producido una
sociedad tremendamente polarizada, aparecen ciertas formas de resistencia
larvada de los sectores desposeídos que atacan a sectores de clase media y
alta.
La
habitualidad del delito
El saber en
el campo de las ciencias sociales no puede negar el papel que ha jugado el
delito y la violencia en la construcción del orden social por lo que no se
puede alegar ignorancia, inocencia o sorpresa. Pero aún en este campo y en la sociología
académica en especial, es mayoritaria la visión “esperanzada” de la existencia
de una sociedad de carácter armónica y organicista que facilita visiones
simplistas y despolitizadas tanto de la violencia delictiva como de la selectividad
negativa del sistema penal.
Otra
cuestión querría resaltar: al capitalismo no le conmueve el delito y tampoco la
contingente inseguridad personal sino la sedición (Foucault, 1979); el capitalismo
puede existir y reproducirse con altas tasas delictivas interpersonales ya que
la acumulación y reproducción económica, tanto legal como ilegal (Pavarini,
2000, Pegoraro 2002) no es puesta en peligro por esos tipos de delitos; lo que
sí necesita es disponer de un estado “cautivo” (Banco Mundial, 2.000) y un
grado de previsibilidad en las transacciones financieras y demás formas
contractuales aunque aún éstas están sujetas a las formas del fraude, la
estafa, la violencia. Con esto quiero decir que para el desarrollo y reproducción
del capitalismo no obstante sus declamaciones, la llamada inseguridad es un
problema menor.
Son
delitos o ¿son delitos?
Ahora bien,
no puedo dejar de señalar que sobrevuela en mis reflexiones la nueva realidad
que integra también el fuerte crecimiento de los delitos interpersonales
violentos; éstos son realizados, mayoritariamente, por pobres débiles-vulnerados-desesperados
sociales- (los únicos que son perseguidos penalmente); son actos de aquellos
que se niegan a morir en silencio frente a tanta inequidad social.
Recordemos
que Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra, decía que
la primera forma de revuelta del proletariado moderno contra la gran industria
era la criminalidad. ¿Es posible hacer una lectura de la inseguridad y del
delito no sobre las conductas de los vulnerados y marginados sino desde ellos
(Pegoraro, 2000), desde su mirada a la sociedad o al orden social?; creo así
que el significado real de esta expansión del delito violento de los de abajo y
la consiguiente “inseguridad” no puede reducirse a visiones morales dependientes
de lo jurídico - penal que expresan la naturalización de la dominación y el
sometimiento; las Ciencias Sociales y la Sociología en particular necesitan
salir de este encierro mentiroso.
Bien trabajado el texto está lo esencial, saludos
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